Raphael: Tres horas para abrazar la eternidad

Muy contados artistas, entre los que figura en cabeza Bruce Springsteen, son capaces de exponerse a un concierto en el linde de las tres horas. Por voz, por energía, por repertorio, por conexión con el público, Raphael es una de esas “rara avis” que se expone durante tan prolongado periodo al escrutinio de la audiencia, al riesgo del escenario. Lo afrontó en la noche del sábado una vez más, en A Coruña. Como lo había hecho el viernes en Vigo. Mientras muchos de sus compañeros de quinta duermen o se aletargan ante el televisor, Raphael desnuda su alma y la entrega envuelta en canciones a un público incondicional, devoto, capaz de hacerle frente a la incontinencia urinaria para no perderse ni un minuto de sus dilatados conciertos.

“Ahora” fue el punto de partida, como viene siendo habitual en la gira. Un tema que le compuso Enrique Bunbury. A diferencia de otros intérpretes contemporáneos suyos, Raphael ha conseguido trascender a su generación y ser admirado por figuras de la movida, el indie o el rock español, como Alaska, Los Planetas o el propio Bunbury.
Parte de su calado en la juventud se debe al revival de “Mi gran noche”, un tema que despachó a las primeras de cambio, sin reservarlo para los momentos más cruciales de la velada. Porque lo que le sobran al cantante jienense son clásicos, canciones que han perdurado en el tiempo, retazos de 55 años de trayectoria.

SinphonicoACoruna2En su actual gira, bajo el lema “Raphael Sinphónico”, el artista linarense se hace acompañar por orquestas. Una con la que ha alcanzado una alquimia especial es con la Orquesta Gaos, formación coruñesa repleta de talento joven, y con la que, además de los conciertos de este fin de semana en Galicia, ofreció una memorable actuación el pasado año en Santiago de Compostela. Temas como “Detenedla ya” o “Qué sabe nadie” ganan en intensidad dramática con el respaldo sinfónico.

Aunque en realidad poco importa que Raphael esté solo, acompañado por una guitarra, como en “Gracias a la vida” o “Que nadie sepa mi sufrir”. De un piano. O de una formación pop. Su personalidad y la manera de manejar las canciones eclipsa en no pocas ocasiones la labor de los músicos. Sorprende su capacidad interpretativa, esa manera de hacer suyas historias escritas por otros, sobre todo por Manuel Alejando, el compositor con el que mejor se ha entendido Raphael.

Raphael recorrió con una voz pletórica canciones de todas las décadas. Brilló en todas ellas, aunque “Estuve enamorado”, con una intro y salida con reminiscencias del “Day tripper” de The Beatles, el aire vals de “Estar enamorado” –curiosa la similitud de algunos títulos, con hasta nueve de las canciones que interpretó con alusiones a amor o enamorarse-, o la complicidad con el público en “Maravilloso corazón” resultaron algunos de los pasajes más emocionantes antes de que la platea bailara con “Escándalo”.

Fue un concierto intenso, extenso y sin parones. Porque para Raphael no existen los “bises”. En su manual no figuran los retiros a los camerinos para un receso. Todo a piñón fijo, sin apenas respiros entre las piezas. Raphael es el auténtico conejo de Duracel de los escenarios. Casi 3 horas de continua emoción para un artista que hace tiempo que abrazó la eternidad.

CONCIERTO DE RAPHAEL EN EL TEATRO REAL

Indyrock / Crónica por Manuel García Solano