El espíritu de Raphael vibró en una gran noche ‘sinphónica’

El artista emociona a un público entregado en la Plaza de Toros de Valencia

«Fantástico». Y es que Raphael nunca defrauda. Más sinphónico que nunca, el artista de Linares complació a todos los asistentes en su último concierto en la capital del Turia. El pasado jueves, la Plaza de Toros de Valencia acogía a una muchedumbre emocionada -y revolucionada- que estuvo aplaudiendo durante prácticamente las casi tres horas que duró la emocionante velada. No solo aplausos recibía el sinphónico Raphael, quien mostraba continuamente un semblante sonriente a la par que sereno. Intensidad y profesionalidad cogidas de la mano, vaya. También el bullicio del gentío llenaba el coso valenciano a lo largo de la noche, con vítores e incluso gritos.

Pocos minutos pasadas las nueve, la maestría de casi un centenar de músicos impregnó el ambiente. El recibimiento de la Orquesta Sinfónica Belles Arts estuvo a la altura del acontecimiento. A los pocos minutos, la estrella aparecía en escena. Todos en pie, sin frenar la ovación al conjunto musical. Pelos de punta. La sinfónica y los 55 años de carrera realizaron una fusión pocas veces vista, oída y, sobre todo, sentida.

Como si de una ofrenda a sus fans se tratase, Raphael auguró desde el minuto cero -desde la primera canción-, con su tema de los setenta ‘Promesas‘, lo que sería la velada: una promesa que no defraudó en absoluto. En efecto, así fue; y así se cumplió. Un regalo para un público entregado, que no perdía ni el más mínimo detalle del espectáculo del divo de Linares, porque Raphael es «un artista como la copa de un pino». Monumental, sin más.

Hasta en dos ocasiones se atrevió a quitar la batuta a un flamante Rubén Díez, director de las orquestas filarmónicas durante la gira. «Entre Raphael y el director existe mucha coordinación, se llevan muy bien», comentó una músico de la agrupación. «Sólo hemos ensayado con él hoy», aseguró. Pero la profesionalidad de las tres patas del show provocó que no hiciera falta más entrenamiento. Orquesta, director y el propio Raphael iban de la mano sin soltarse.

Una medidísima coordinación en todos los sentidos del artista internacional, al que le espera una intensa gira. No paró ni un minuto: entonando todas las canciones en directo, acorde con la música también en vivo, como no podía ser de otra manera; y bailando, con esos movimientos tan característicos suyos. «No paraba de mover el culo», comentaron dos músicos entre sonrisas. Los pequeños movimientos tan controlados iban acompañados de golpecitos de mano bastante enérgicos. Y esa energía gusta a los raphaelistas.

Lo cierto es que no perdió el ritmo en ningún momento. ‘Mi Gran Noche‘ fue la sexta canción y, más tranquilo que con ningún otro tema -porque Raphael, sin lugar a dudas, lo maneja al dedillo-, hizo poner al público en pie, en su totalidad. Los ánimos del público se subieron y con ellos, el mismísimo artista que no dudó en complacer a los raphaelistas para que fuera su gran noche. Por supuesto, no faltó la correspondiente ovación, ni los rostros del público con una sonrisa iluminada por la tenue luz de las pantallas de los móviles que ejercían de modernas bengalas.

Y parte de su esencia es, precisamente, no defraudar y emocionar. Porque aunque hayan pasado 55 años, Raphael sigue siendo aquel, el mismo que antaño. «Yo sigo siendo aquel, el mismo Raphael de siempre», recordó demostrando que no ha perdido ese espíritu, su ‘yo’ de los años sesenta y posteriores. Por eso, se aplaude y se quiere: es fiel a sí mismo y, sobre todo, a su público, que siempre está entregado.

uevo en Valencia». Una dedicación que tomó su público con fuerzas, tras las más de 30 canciones del espectáculo. Del mismo modo habló a sus raphaelistas como cantó ‘Frente al espejo‘ recordando, de nuevo, que es «el mismo» de siempre.

Así que, sin más explicación, Raphael demostró quién es, aunque no le hace falta, porque sus seguidores lo saben. «Si es capaz de levantar a tanta gente, algo tendrá», sentenció una fan.

El Mundo (Guillermo Gabarda)