
El mito en Granada
El Palacio de Congresos estuvo abarrotado anoche por un público heterogéneo y entregado durante las tres horas
El artista de Linares refrenda su buen estado de forma con un concierto extenso y cargado de éxitos
Raphael desde hace décadas congrega a personas de todo el mundo sin hacer distinciones entre factores como el sexo o la edad. Sus canciones son capaces de enganchar por igual al joven seguidor de los Niños Mutantes -con los que compartió cartel y versión en la pasada edición del festival alternativo Sonorama- que a la señora sexagenaria vestida y salida de la peluquería para la ocasión. Todos en perfecta comunión pudieron disfrutar ayer de un repertorio extenso y adaptado al siglo XXI en coalición con pocos pero acertados músicos.
Casi con esta misma fórmula Raphael ha grabado su último disco, «De Amor y Desamor», un trabajo lleno de éxitos de carácter más introspectivo y con el que ha conseguido volver a reinventarse. Anoche presentó, entre muchas otras cosas, estas canciones haciendo romperse las palmas de las manos a aplausos por igual a matrimonios, pandillas de ‘cuarentonas’ y adolescentes que se niegan a envejecer. Así arropó Granada al artista desde que salió a las tablas con «Si ha de ser así» y hasta que abandonó las mismas a ritmo de «Como yo te amo».
Todo encajaba y todos encajaban en una noche mágica que también abarcó minutaje suficiente -casi tres horas- para que sonasen ‘Maravilloso corazón’ y otra revisión simplemente arrolladora, ‘Detenedla ya’.
En clave de estrella de rock o con la única complicidad de un piano, Raphael fue ese rey incombustible que nunca ha dejado de ser.
-Ideal (José Manuel Rojas / Foto: Ramón L. Pérez)
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Como si fuera la última vez
Raphael presentó ayer en el Palacio de Congresos su gira De amor & Desamor, con sus canciones de siempre interpretadas como si fuera la última vez. Raphael es Raphael de principio a fin. De sus mil y un rostros, opta, en principio, por dejar ver su cara yeyé con Si ha de ser así y Mi gran noche. Pero ya antes de abrir la boca, cuando los compases de la banda firman un pequeño popurrí con las melodías de Estoy aquí y Yo soy aquel, cuando Raphael hace su entrada por la escena, ahí en los mismos albores de la noche, se desata la locura. A estas alturas, un concierto de Raphael es como una experiencia de autoconocimiento, de reconocerse en sus canciones pese al paso del tiempo. Esa conexión entre el artista y la historia que cuenta y, por ende, entre el artista y el respetable sólo se explica con el alumbramiento emocional provocado por la tragedia griega.
-Granada Hoy (R. Castro)