Lo de Raphael en Sevilla es un escándalo
El jiennense deslumbra en Fibes con su exitosa gira «Loco por cantar»
Desde hace unos años cuesta encontrar las diferencias entre la floreciente primavera y el otoño, tradicionalmente nuncio precoz del frío y las tormentas invernales. De este modo, el otoño se ha convertido en una segunda primavera, lleno de luz y de buen tiempo. Sevilla es un claro ejemplo de ello. La explicación que dan los expertos está basada en el calentamiento global. No sé sabe a qué cambio climático puede obedecer lo de Raphael, pero con el jiennense ocurre algo similar.
Su soberbio concierto de anoche en Sevilla es un claro ejemplo de que el «El niño de Linares» vive en una eterna primavera artística
Su magnetismo con el público sigue intacto; su generosidad sobre el escenario, sin escatimar lo más mínimo, continúa vigente merced a su enérgica e inexorable vitalidad interpretativa; y, acaso lo más increíble, el amplísimo diapasón de la voz de este gigante de la música luce torrencialmente como el primer día. Y eso que su primer día no fue precisamente anteayer, no, Raphael lleva 57 años cantando sin faltar ni uno solo en los mejores teatros de medio mundo.
Tras un inicio que sirvió para presentar tres de los temas de su último disco, «Infinitos bailes», el primer momento extático (pero qué demonios, ¿hubo alguno que lo fuera en las dos horas y media que duró el concierto?) llegó con la cuarta pieza del setlist, la eterna «Mi gran noche», un bombazo que este año cumple medio siglo y al que, sin embargo, no se le atisba ni la más mínima señal de arruga ni de canas.
Esto último ocurre con no menos de una veintena de éxitos de Raphael, poseedor de un poderosísimo cancionero atemporal que sigue encandilando al público igual o más que el primer día. Así, «Digan lo que digan», «La noche», «Cuando tú no estás», «Yo sigo siendo aquel», «Estuve enamorado», «Por una tontería» y un largo etcétera no dieron tregua a las emociones del respetable.
Homenaje al cancionero hispanoamericano
Luego dejó a un lado por unos minutos los temas propios para rendir homenaje al folklore hispanoamericano con una selección gourmet de clásicos, que lucieron exquisitas en su garganta encadenando tangos, rancheras o vals peruanos con idéntico magnífico resultado. Una verdadera delicia la reinterpretación que hizo de «Gracias a la vida», «La quiero a morir», «Adoro», «Que nadie sepa mi sufrir», «El Gavilán» y «Volver».
No, no hay que consultar en libros ni a biógrafos cuán amado es Raphael por sus contemporáneos (generación tras generación). Decía Stefan Zweig que el amor solo alienta en la palabra hablada. Y Sevilla habló ayer, y lo hizo con rotundidad. En los seis años de vida del Auditorio Fibes pocas veces (por no decir ninguna) un artista ha conseguido levantar al público de sus asientos como lo hizo anoche el de Linares a la conclusión de cada una de las 33 canciones que interpretó.
Ya en la recta final, y con los fans totalmente entregados a la causa raphaeliana, el jiennense echó el resto con «Estar enamorado» —coreada y coreografiada por las 3.500 personas que abarrotaron anoche el recinto hispalense—, «Escándalo», «Qué sabe nadie», «Yo soy aquel» y «Como yo te amo». Un repóquer de canciones con las que se despidió y que dejó prisioneros por todas partes: al público preso del delirio y a Raphael de una emoción incontenible que, incluso, hizo asomar alguna lágrima por sus mejillas. Un episodio de humanidad, este último, de un artista prácticamente sobrehumano.
–ABC / Fernando Rodríguez Murube / Fotos: Juan Manuel Serrano