Mil aplausos para Raphael

Raphael puso el Cervantes boca abajo en una noche de gloria

(diariosur.es)

Raphael en estado puro

(diariosur.es)

Es un síndrome que afecta a personas de toda condición

(malagahoy.es)

No va a tomar prisioneros, no hace falta, la guerra está ganada de antemano

(malagahoy.es)

La salida de Raphael al escenario es ya una fiesta, el momento exacto en que el pájaro descubre que la puerta de la jaula está abierta. Suenan los acordes de Como yo te amo y el Teatro de Cervantes se pone en pie por primera vez. Lo hará muchas más veces a lo largo de las más de dos horas (¿tres?) en las que transcurrirá la velada. Es más, el patio, las plateas, palcos y gallineros llorarán, se estremecerán, se pondrán boca abajo, una y mil veces…

(malagahoy.es)

Sólo música y más música

(malagahoy.es)

Todo suena preciso, perfecto, brillante al detalle, por más que ecualizar la voz de este hombre sea todavía una tarea de titanes

(malagahoy.es)

Quiso Raphael un ángel en su bolsillo y terminó metiéndose a todo el público

(malagahoy.es)

Raphael exprime con avidez cada nota de una coda que parece infinita

(laopiniondemalaga.es)

Nada es pequeño cuando se habla de Raphael; él es grande

(laopiniondemalaga.es)

Fue un excepcional recital de madurez y sabiduría, una de esas grandes ocasiones que siempre se recuerdan

(laopiniondemalaga.es)

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Yo sigo siendo aquél: no toméis prisioneros

Raphael puso el Cervantes boca abajo en una noche de gloria

La salida de Raphael al escenario es ya una fiesta, el momento exacto en que el pájaro descubre que la puerta de la jaula está abierta. Suenan los acordes de Como yo te amo y el Teatro de Cervantes se pone en pie por primera vez. Lo hará muchas más veces a lo largo de las más de dos horas (¿tres?) en las que transcurrirá la velada. Es más, el patio, las plateas, palcos y gallineros llorarán, se estremecerán, se pondrán boca abajo, una y mil veces, basta un gesto de este hombre, tremendamente familiar, cuántas veces, al cabo, ha estado en el salón de casa, cuántas veces lo hemos visto en este mismo teatro, y la liturgia se repetirá incesante, todo el mundo arriba, la gloria, los piropos, el delirio. Es un síndrome que afecta a personas de toda condición: señoras de visón y permanente alzada en la cabeza como estandarte de clase, caballeros de chaqueta de pana y pose de esto no va conmigo yo he venido con mi mujer pero qué voz Dios mío qué voz, matrimonios con el alma en vilo que comprueban el teléfono cada cinco minutos, la canguro no llama, todo está en orden, parejas de novios que se dan el capricho, gafapastas que descubrieron al fin la manera de parecer insobornablemente interesantes ante sus atónitos compañeros de facultad, enfermos de nostalgia, enfermos de contradicción, enfermos, diantre, de un rato de libertad. Entra Raphael, no lo había hecho hasta ahora en realidad, canta Mi gran nocheno va a tomar prisioneros, no hace falta, la guerra está ganada de antemano. La banda que le acompaña es de órdago: Juan Pietranera (piano y dirección musical), David Pérez (teclados), Ezequiel Navas (batería), Javier Muñoz (bajo) y Juan Guevara (guitarra). Todo suena preciso, perfecto, brillante al detalle, por más que ecualizar la voz de este hombre sea todavía una tarea de titanes. Llega Cantares, y Machado es un mundo que tiembla en la garganta. Yo sigo siendo aquél, vaya que sí. Y Digan lo que digan, y acaso nunca, nunca esta canción ha tenido tanto sentido. Y el ejército se entrega plácidamente a la derrota.

Raphael brindó ayer en el Cervantes la primera de las cinco noches consecutivas que el artista ha decidido plantar en Málaga dentro de su gira Lo mejor de mi vida. Y lo mejor, otra vez, es comprobar cómo se resuelve medio siglo de esa vida, de ese oficio, en un escenario: con una honestidad que el público recibe como un regalo. No hubo un momento de impostura, ni una escena de cara a la galería, sólo música y más música, esa trayectoria ligada a Manuel Alejandro, desde los primerísimos temas felizmente rescatados (Tú,Cupido, Casi, casi, Todas las chicas me gustan) hasta los del disco que ha vuelto a reunirlos recientemente: quiso Raphael un ángel en su bolsillo y terminó metiéndose a todo el público. Entre y uno extremo, qué quieren que les diga: el Raphael puro espectáculo, el romántico, el funk, el swing, por las alturas y con proyecciones: Ella ya me olvidó, Eso que llaman amor, Hablemos del amor, Estuve enamorado (guiño a Day tripper incluido), Desde aquel día, A pesar de todo, Sexo sentido, Cuando tú no estás, Maravilloso corazón (coreada, con qué gusto, por todo un teatro que parecía recuperar cierta ilusión perdida), Y fuimos dos (uno de los mejores momentos de la noche), Adoro, Payaso… Y quién sabe cuánto más. Todo. Inolvidable.

-malagahoy.es (Pablo Bujalance)

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Mil aplausos para Raphael

El incombustible artista se pasea durante más de dos horas por lo mejor de su vida ante un Cervantes abarrotado y entregado

No había pisado el escenario y el Teatro Cervantes ya le esperaba en pie y con aplausos. La euforia llegó con los acordes de la canción con la que arrancaba el recital. Era el anticipo de lo que estaba por venir, ‘Mi gran noche’, la primera de las cinco que Raphael vivirá en Málaga. El incombustible artista se dejó la voz durante más de dos horas en un completo repaso por lo mejor su carrera. Tuvo ocasión de dar ‘Gracias a la vida’, de demostrar que ‘Digan lo que digan’ sigue ‘Siendo aquel’ y de manifestar su alegría por ‘Volver’ a estas tablas. Y no solo cantó: se marcó pasos de twist, movió las caderas de un lado para otro y subió y bajó por las escaleras que decoraban la escena una y otra vez. No faltaron sus habituales gestos y su teatral puesta en escena. Raphael en estado puro.

Estuvo irónico y comunicativo. Raphael relató y cantó al público la historia de su trayectoria. Desde esas canciones «blancas, sin ningún retorcimiento» que Manuel Alejandro le escribió en los 60 para sortear la censura -como ‘Cupido, tú’, ‘Casi, casi’, ‘Todas las chicas me gustas’…- hasta las más profundas de años después. «Empecé a crecer y ya no podía cantar esas tontunas», admitió. Vinieron entonces sus grandes baladas de desamor, como ‘Ella ya me olvidó’. Y, de un salto, volvió al «presente más actual» con las nuevas piezas que su «autor fetiche» le ha compuesto para el reciente disco ‘El reencuentro’.

-diariosur.es (Regina Sotorrío)

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Raphael exprime lo mejor de su vida

El mito de la canción en español inició anoche su ‘tour de force’ de cinco veladas consecutivas en el Teatro Cervantes

Desde que la vida, y un quirófano, le regalaran un bis, Raphael exprime con avidez cada nota de una coda que parece infinita. Muy pocos ofrecen más conciertos que él en una temporada, ninguno se atreve a cinco veladas consecutivas en una misma ciudad… Él sí, porque, como le escribió Bunbury para su inmarchitable Ahora, hace tiempo que ha «dejado de lado la competición». Raphael ya no lucha por los rankings; sólo el público es ya su notario. Y él dice sentirse «más querido que admirado» por sus incondicionales. Eso le gusta. Y lo valora: por eso, a diferencia de otras estrellas de su quinta, no se limita a ejecutar de tanto en tanto un tour por hoteles de cinco estrellas para cantar a sus fans jetseteros mientras pelan gambas.

La última vez que pisó las tablas del Cervantes, el de Linares se hizo acompañar exclusivamente por un solitario piano; un registro ajustado –no pequeño, porque nada es pequeño cuando se habla de Raphael; él es grande– que le servía para decir las canciones más que cantarlas. Daba igual que no hubiera más orquesta que unas teclas blancas y negras, porque todos fuimos capaces de escuchar los violines de Waldo de los Ríos. Fue un excepcional recital de madurez y sabiduría, una de esas grandes ocasiones que siempre se recuerdan porque, además, mejoró algunas de las páginas de la producción ochentera del ídolo –ésa que siempre ha sufrido por los arreglos fríos, sintetizados y algo enlatados tan de la música comercial de la época–.

El regreso, anoche, con su formato más habitual, el de banda, nos devolvió a un Raphael al que estamos más acostumbrados. Eso sí, lejos han quedado ya los tiempos de los grandes acompañamientos orquestales; en el Cervantes sólo cinco músicos arroparon la garganta del ídolo. Pero, insisto, jamás apliquen la palabra pequeño al hablar de Raphael. Él es grande. En cualquier caso, cuando hablamos de canciones como Digan lo que digan, Qué sabe nadie, Payaso y tantas otras, piezas todas esenciales de la música popular en español del siglo pasado y escuchadas anoche una detrás de otra, sólo podemos hablar de un tour de force emocional.

-laopiniondemalaga.es (Víctor A. Gómez / Foto: Carlos Criado)