Raphael, En carne viva
Había «hambre» de ver de nuevo a Raphael. Y así, los cuatro conciertos programados en el Teatro Principal esta semana agotaron totalmente las localidades con mucha antelación. El divo de Linares sigue siendo la gran figura española de la canción, con un prestigio y categoría cimentado en su trayectoria profesional, lejos de habladurías, amoríos, revistas de colorines, procesamientos judiciales y televisiones baratas, sin más escándalo que la canción suya que lleva ese título.
Por tanto, llenazo a rebosar en el Principal. Un público entregado, apasionado, que no cesó de aplaudir, vitorear y hasta corear a su ídolo, que les puso en pie en multitud de ocasiones. Durante dos horas y cincuenta y dos minutos, Raphael, a sus 71 años, derrochó arte, voz, coraje, facultades y simpatía. No se sabe si es más cantante que actor o más actor que cantante, pero la conjunción de ambas facetas hace que cada canción sea un a historia que él parece vivir profundamente.
Estos conciertos están encuadrados en su Gira de amor & desamor, si bien esta vez los temas de desamor superaron a los de amor. Rupturas, abandonos y fracasos sentimentales vencieron a los amorosos, porque en esta ocasión más que Hablemos del amor, que sí se habló, prevalecieron los desastres sentimentales. Los más famosos temas de Raphael, junto a otros de más reciente factura, fueron apareciendo uno tras otro. Antiguas canciones, pero con nuevos arreglos más actuales y ajustándose a los ritmos en boga.
El divo, que no adopta aires de tal, se acompañaba de un grupo musical con arreglo a su categoría, y una escenografía y diseño de luminotecnia fabuloso que le daba al espectáculo una calidad audio visual extraordinaria.
Raphael ha perdido un tanto de su proverbial forma de gesticular, con la que creó escuela, pero sigue con unos movimientos y asomos de baile elegantes y suaves, absolutamente personales y atractivos para el espectador. Incansable, sus casi tres horas de trabajo en el escenario todavía supieron a poco.
El cénit de su actuación llegó con una interpretación magistral, insuperable, electrizante y emocionante del tema que él presentó como «uno de los más grades de mi repertorio, o quizás el más grande»: En carne viva, que ciertamente puso en carne viva a sus incondicionales y a los otros. También tuvo su alusión al milagro que le salvó la vida cuando vino a decir «hace muchos años, cuando estaba en Hispavox, grabé un tema que no imaginaba que iba a ser mi bandera para siempre»; y entonó Gracias a la vida entre la ovación general. Raphael, eterno maestro y genio, supo como levantar al público al término de cada tema. Sus gestos, sonrisas y posturas tras cada canción eran, como dice el título de uno de sus éxitos, una absoluta provocación.