
Raphael infinito en Madrid
La expectación era máxima para poder disfrutar del primer concierto de Raphael en Madrid después de haber sido nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad. Con las entradas agotadas, una vez más, el WiZink Center vibró con un espectáculo que deleitó al público intergeneracional que no quiso perderse un acontecimiento único al que Raphael se entregó por completo.
La prensa no ha escatimado en halagos a lo que sucedió el pasado sábado en el recinto madrileño y nos ha dejado titulares como estos:
«Punto y seguido», «eterno», «en carne viva», «sigo mi camino»… En su extensa carrera ha incidido tantas veces en los títulos de sus trabajos en las cualidades de su vigencia y longevidad artística que hoy, en otra noche de éxito, perdida ya la cuenta, Raphael se ha vuelto «infinito» en su ciudad fetiche.
Raphael ha brindado en el WiZink Center de Madrid un «tour de force» de 140 minutos de duración, fruto de la energía incombustible de alguien que, habiéndolo cantado todo, aún nombra su gira «Loco por cantar».
Raphael ha pasado por última vez por casa con esta carta bajo el brazo, de nuevo con todo el aforo agotado y 12.000 espectadores ávidos de música.
Lo ha hecho con el público en pie, ya lo estaba antes de empezar siquiera su actuación, parapetado por una banda de formato rock con siete músicos que para sí quisieran muchos artistas de ese género y, como a lo largo de los dos años de esta gira, luciendo chaqueta larga de cuero, para no desentonar.
–Efe / Javier Herrero.
Nuestro hombre llegado de las estrellas, un Bowie de Jaén, sabe reinventarse, del analógico mundo de los sentimientos táctiles al de la inteligencia artificial, sin que sus fans se percaten de que se obra un milagro laico. Los dioses mutaron en rockeros, y dejaron al pop para los héroes. Raphael es un oráculo que nos descubre que el camino de los mitos está escrito en el hígado. El «crooner» convertido en Mick Jagger sigue el camino hacia el mago de Oz. No hay un músico en España que se le pueda comparar. El histrionismo es cada vez más íntimo, aún más matizado cuanto más cerca de nuestra muerte. Aunque a veces duela, Raphael construye un puente entre la ingenuidad de las películas de Mario Camus y el futurismo de quien nos construye un ataúd veloz.
Ha llegado a una meta teñida de rojo donde suenan guitarras como en otra época avivaban lágrimas los violines. No puede decirse que no esté bien considerado pero reto a los críticos ortodoxos a que me dejen subirme a sus hombros, como si fueran mis hermanos mayores, para dar las luces largas y redescubrir a un genio al que cualquier país levantaría una estatua. Los mitos no se descubren hasta que comparten habitación con Elvis Presley. Raphael concita a su público de siempre y los engaña siendo diferente. Infinitos bailes que bordean la memoria. Del concierto del pasado sábado podría decirse que superó al de U2 que le sirvió de telonero con consignas políticas. Raphael no espeta soflamas, él mismo es política. Canta ya con el sexo de los ángeles. Un rock que incendia pianos sin que se note.
Una lágrima de Mina bastó para salvarnos. No hay quien resucite a los muertos como él. Fue una sesión de espiritismo. Digan lo que digan, el artista pretende reinventarse, mucho más que los patéticos regresos de grupos que tuvieron su momento y que hoy son cenizas sobre cenizas. Raphael es hoy una guitarra en vez de una trompeta. Una balada triste como prólogo de la alegría de saber que el hombre de negro anuncia una noticia feliz: hay sentimientos que nos perdurarán. Muchos aplausos. La mayoría no sabían bien que yo siendo aquel en realidad era no sé qué seré mañana.
–La Razón / Pedro Narváez
Raphael volvió a su casa, a Madrid, al Wizink Center. Escribir de alguien como semejante personalidad en el escenario, esa sensación de fortaleza frágil infinita capaz de sorprender a propios y extraños se me antoja pequeño y lejano. Raphael es de esos animales escénicos que cada vez que pasan los años sigues descubriendo más facetas de su versatilidad y de su esencia, de su autenticidad y capacidad para que “lo de antaño” sea muy presente.
Año tras año veo como Madrid se llena, se llena entregada ya antes de que las primeras notas sucedan en el escenario. Un público intergeneracional que desgrana a medio voz grandes éxitos y nuevos, estribillos y letras que forman ya parte de la banda sonora de nuestra vida.
Si , Rapahel es un “loco por cantar” no me cabe duda. Ama y respeta su profesión con la fuerza de aquel que se sabe poderoso y especial, fuerte y frágil, moderno y eterno. Haga lo que haga Raphael es siempre un éxito. Grandes artistas del hoy y del mañana ya han unido sus voces y su talento con él, síntoma inequívoco de es un genio que trasciende sin duda a los tiempo y pase el tiempo que pase, se escuche donde se escuche todos buscaremos nuestro “mejor escándalo” o porqué no, nuestra “gran noche”.
La noche de ayer, no fue una mas. Mención especial tiene el público del genial artista que arropó con un calor emocional y emocionado a su referente que con una voz en mejor forma que nunca iba subiendo los grados de la exigencia del concierto. A veces, este que les escribe, tiene la sensación que el Wizink Center se convierte en el gran salón de estar de Raphael donde recibe a los de siempre, a los que siempre fueron los suyos más todos aquellos que caímos rendidos ante su manera tan especial de contar y de canciones.
La CajaD Musica / David Fraile