Raphael "respira" vida

Por encima de modas con fecha de caducidad, de una fobia bien o mal justificada o de las toneladas de laca con las que rociaron sus elegantes peinados las damas que se acercaron a ver su último concierto en Tenerife, lo cierto es que Raphael continúa siendo un referente cultural de este país. Su ADN no ofrece dudas. El de Linares es un artista en estado puro.

Su voz, su teatralidad, su interminable colección de canciones y el talento del pianista Juan Coacci armaron un concierto de casi tres horas en el Auditorio de Tenerife. Un espectáculo que fue cogiendo velocidad a medida que el protagonista acumuló gestos de agradecimiento que le lanzaron desde la grada.

Una ovación sin que empezara a sonar la música, un “guapo” por aquí, una rosa por allí… Raphael es una apuesta segura cuando de lo que se trata es de entretener. No importa que sus canciones suenen a guateque de los años 60, que en un instante de la velada se atreva con un mano a mano con el gran Carlos Gardel -la técnica posibilita que los acordes del “Volver” adquieran una dimensión que se puede tocar-, que a su acompañante le duelan los dedos tras una agotadora batalla con el teclado, él nunca abandona el escenario sin estar completamente convencido de que su público se lo ha pasado bien.

Más allá de cualquier anacronismo que madure alrededor de su larga carrera profesional, mucho más lejos de la crítica facilona o las tablas que ha adquirido durante más de cinco décadas de brega, una duda siempre sobrevuela mi cabeza cada vez que me cruzo con él… ¿Dónde empieza el artista y en qué punto “muere” la persona? Y es que viendo la épica que destila Raphael en la escena, uno se plantea cómo es posible que un tipo de casi 70 años tenga tanta energía en su interior.

Raphael es el mejor ejemplo del cantante que “respira” vida, del ser humano que se “alimenta” del arte. Un dos en uno que no suele decepcionar a los suyos.

-eldia.es (J.D.) / Santa Cruz de Tenerife, 17 de noviembre 2012