Un año de Raphael Sinphónico

Mañana, 22 de Julio, se cumplirá un año del estreno en el Gran Teatro Real de Madrid del concierto Sinphónico de Raphael. Se inició ni más ni menos que en ese escenario una gira internacional de características incomparables con todas y cada una  -que no son pocas-  de las que el famoso intérprete ha realizado durante más de 55 años, esa trayectoria inusitada a la que la periodista Natalia Figueroa llama con justicia proeza en el mundo, pero milagro en España.

Si ya de por sí una voz inclasificable llenaba la escena de los mejores teatros de tantos países, surgiendo ahora de entre el acompañamiento de más de ochenta profesores, es escucharla en los máximos niveles de lo sublime, es perder el ámbito de lo tangible, es como seguir una invitación del propio Raphael para irnos con él, excepcionalmente por esta vez, hasta esa zona extraña y mágica en la que sólo  -¡y solos!-  los más grandes artistas, bajo el poderoso influjo de la música, llegan a confundir tener los pies encima de la tierra o sobre el vacío de un más allá indescriptible, perdida la noción de todo lo material.

Si quieren un buen consejo de quien raramente gusta de darlos, yo no me perdería a Raphael ahora si nunca lo vi en directo. No me hablen de la televisión, porque Raphael no cabe en ella. Sólo puedo advertir que ignoramos el día en que lleguen “sus largas vacaciones”. Sólo puedo asegurar que yo no llevo comisión de su taquilla. Y que como público suyo que soy y al que me honro pertenecer, yo pago mi entrada para verlo. No me llevo nada salvo, como todos, la entrega desmedida de quien no se guarda para sí un mínimo aliento cuando tiene delante al público. Sólo puedo decir que no se queden sin ver en directo a quien, como dijo Francisco Umbral, es el último artista hecho a mano que nos queda.

-Pepe Fuertes