Y aquel desató la locura

Raphael se presentó ayer en Fibes, dentro de su gira “Tour Mi gran noche”, ante un auditorio abarrotado que agradeció la entrega del artista con multitud de ovaciones y aplausos

Las grandes “estrellas” lo son porque, además, son grandes profesionales que, como ayer en Fibes con Raphael, comienzan su concierto con puntualidad inglesa, a las nueve exactas, realizando a partir de ahí una puesta en escena impecable que, además, se vivió con los sentimientos “a flor de piel”. Está claro que “sigue siendo aquel” quien puede presumir de haber superado las cinco décadas sobre los escenarios convenciendo, generación tras generación, a todo tipo de público. Y así, hombres, mujeres, mayores y jóvenes vibraron durante tres horas con el talento de quien, cante, baile, actúe o, simplemente, salga y entre de “las tablas” como solo él sabe hacerlo, despierta de continuo el aplauso enfervorecido del auditorio donde se encuentre.

Acompañado de una fantástica banda, mucho más rockera que de costumbre y con unos soberbios arreglos, contundentes y rotundos, apoyado en una iluminación envolvente y adecuada a cada tema, Raphael brilló con luz propia dentro de una puesta en escena enmarcada por dos escaleras unidas por una pequeña pasarela y con una pantalla de proyección central que ilustró algunas de las piezas con imágenes alusivas a su letra.

Desde “Mi gran noche” a “El tamborilero”, con la que se cerró el espectáculo, el intérprete fue desarrollando auténticos himnos de la memoria colectiva como “Digan lo que digan” y otros títulos menos populares pero de igual forma importantes para parte de los admiradores de Raphael o, al menos, para él mismo. Todo eso celebrado con continuas palmas a compás de un aforo que, sin dejar de levantarse cada poco en señal de agradecimiento, disfrutó –en el sentido amplio de la palabra- el regalo musical que relatamos y donde ni siquiera faltó un guiño flamenco, solo con guitarra, a través de “Discúlpame”.

Reto imposible el reunir tantos éxitos como son los forjados a lo largo de una longeva carrera profesional aún muy viva y en un punto tan álgido hoy como al comienzo. La ilusión, las ganas de ganarse el favor de la gente, el reto de vivir cada noche como si fuera la última -esa “gran noche” que tanto significa para nuestro protagonista-, es el otro elemento de esta fórmula magistral perfecta que, todo aquel que la prueba, no puede dejar de tomar. La mejor medicina para el corazón es que nunca deje de latir con fuerza y eso, con Raphael, está garantizado.

Sevilla / sevillamagazine.es (Ricardo Castillejo)